sábado, 16 de enero de 2010

Nos miramos cómo si no hubiera nada que decir, cómo si las largas horas que pasamos hablando se hubieran gastado y solo quedara el sonido del mar por escuchar. Sonrío y se acercó sigilosamente. Le sonreí tímidamente, con esa sonrisa que sé que le encanta. Me miró, me besó, y a partir de ese momento nada sería lo mismo. Nuestros labios se unieron lentamente, me acerqué más a él, y mi mano se enredo en su suave pelo. Me tomó por lo cintura, me apretó más y más a su lado, hasta que ya no quedaba espacio entre nosotros. Despegué mis labios un segundo, para notar que todo a nuestro alrededor había cambiado. Me miró a los ojos y me dijo que me amaba, y en ese momento no pude contener más las lágrimas. Lo abracé con todas mis fuerzas en un impulso por contener lo que sentía.

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