martes, 7 de julio de 2009



Y cómo huir cuando no quedan islas para naufragar al país donde los sabios se retiran del agravio de buscar labios que sacan de quicio, mentiras que ganan juicios tan sumarios que envilecen el cristal de los acuarios de los peces de ciudad que perdieron las agallas en un banco de morralla, en una playa sin mar.
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Puedo ponerme cursi y decir que tus labios me saben igual que los labios que beso en mis sueños, puedo ponerme triste y decir que me basta con ser tu enemiga, tu todo, tu esclava, tu fiebre, tu dueña. Y si quieres también puedo ser tu estación y tu tren, tu mal y tu bien, tu pan y tu vino, tu pecado, tu Dios, tu asesina…O tal vez esa sombra que se tumba a tu lado en la alfombra a la orilla de la chimenea a esperar que suba la marea. Puedo ponerme humilde y decir que no soy la mejor, que me falta valor para atarte a mi cama, puedo ponerme digna y decir “toma mi direccion, cuando te hartes de amores baratos de un rato… me llamas”. Y si quieres tambien puedo ser tu trapecio y tu red, tu adiós y tu “ven”, tu manta y tu frío, tu resaca, tu lunes, tu hastío…O tal vez ese viento que te arranca del aburrimiento y te deja abrazado a una duda, en mitad de la calle y desnudo. Y si quieres tambien puedo ser tu abogada y tu juez, tu miedo y tu fé, tu noche y tu día. Tu rencor, tu por qué, tu agonía… O tal vez esa sombra que se tumba a tu lado en la alfombra a la orilla de la chimenea a esperar que suba la marea. O tal vez ese viento que te arranca del aburrimiento y te deja abrazado a una duda, en mitad de la calle y desnudo. O tal vez esa sombra que se tumba a tu lado en la alfombra a la orilla de la chimenea a esperar...

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